Volver a clases desde otra vereda
Inevitablemente, no son sólo los niños, niñas y adolescentes quienes vuelven a la vida escolar en marzo, sino todo su entorno.
Esperanza Sánchez Sarraf
2/22/20245 min leer




Se acerca el poderoso Súper Lunes, que se ha posicionado como una de las preocupaciones más grandes para las familias chilenas. No sólo es uno de los días de tráfico más temidos y detestados del año, sino también un conjunto de emociones y sentimientos inevitables de la vuelta al colegio, tanto para estudiantes como apoderados y apoderadas. Inevitablemente, no son sólo los niños, niñas y adolescentes quienes vuelven a la vida escolar en marzo, sino todo su entorno.
Desde la vereda de adultos, nos preguntamos qué podemos hacer para que la experiencia de volver al colegio sea un gusto y no algo que atormente a los y las estudiantes. Al fin y al cabo, en algún momento estuvimos en esa posición y recordamos la ansiedad de esos días. Sabemos que son bastantes los temas invisibilizados que pueden causar preocupaciones adicionales para quienes retornan a las aulas, pero también debemos reconocer que existen muchas acciones que podemos tomar para mitigar su efecto en la salud mental y estado de ánimo de nuestros familiares.
A continuación, te planteamos algunas temáticas de la vuelta a clases que son un poco olvidadas donde tu rol como cuidador/a es clave para enfrentarlas:
1) Volver a armar una rutina: horarios de sueño, alimentación y hábitos esenciales.
Después de un extenso periodo de descanso, con cambio en las rutinas y actividades claves, no es extraño que se vuelva un desafío retomar la estructura que tanto nos costó formar anteriormente. Los horarios de sueño y alimentación son esenciales para la salud física y mental de las personas, en especial durante la etapa de crecimiento. En este punto te planteamos crear un listado de hábitos que te gustaría modificar, mantener o incorporar a tu rutina y la de tus hijos/as. Identifica elementos o actividades que funcionan como un recordatorio para facilitar tu objetivo. Por ejemplo, que el momento de ponerse el pijama sea una alerta para lavarse los dientes, y que así sea más difícil olvidarlo. Relacionar parte de nuestras rutinas con hábitos que queremos incorporar nos hará más simple recordar aquellas tareas. Conversen sobre un horario común para compartir alguna comida o actividad, y que ésta sirva para orientarse temporalmente durante el día y distribuir actividades fácilmente. Además, busca establecer un horario para acostarse y ser consecuente con las actividades que se programen ayudará a que se empiece de mejor manera el día escolar. Para esto, te invitamos a escoger un horario tope y comunicarlo claramente, considerando que se recomienda entre 8-10 horas de sueño para esta etapa.
2) Enfrentar la ansiedad de las responsabilidades: técnicas y herramientas de organización.
Volver a la sala de clases significa volver a tener tareas, evaluaciones y responsabilidades. Muchos y muchas estudiantes sienten angustia al no tener una planificación u organización que les permita disponer tiempo a sus actividades o priorizar unas sobre otras. Existen diversos métodos para facilitar esta tarea, por lo que recomendamos evaluar las diversas alternativas e ir probando (recordemos que para cada persona funciona distinto). Dentro de las herramientas más utilizadas, encontramos agendas y planificadores. Te recomendamos rellenar y chequear en ellas en conjunto con tus hijos/as. Los colores y texturas pueden ser muy útiles para categorizar según área, nivel de urgencia, u otro criterio. Para edades más avanzadas, puedes ir incorporando técnicas como la matriz de Eisenhower o GUT, estableciendo prioridades previo a destinar tiempos a cada ítem. Acompañar a los niños y niñas en sus actividades y en la organización de estas refuerza su confianza en sus cuidadores, entrega validación, permite el aprendizaje temprano de habilidades necesarias para otras etapas de la vida y les entrega una mejor calidad de vida que no se vea abrumada por la dificultad de compatibilizar su rendimiento académico con otras áreas fundamentales de sus vidas como el deporte, actividades artísticas, actividades recreativas, pertenecer a grupos y espacios colectivos, entre otras.
3) Cambios físicos y mentales: no buscar evitar lo inevitable.
Si algo caracteriza a la etapa escolar, es que es una etapa de cambios rápidos. Con tantos focos de preocupación distintos podemos dejar en el olvido que el crecimiento involucra cambios físicos y mentales importantes. Generalmente el verano se convierte en un periodo de aumento de peso debido a los cambios en la alimentación, supervisión y disponibilidad de alimentos; sumado también a que un cuarto de año en esta etapa puede significar importantes cambios en las tallas. En algunas ocasiones no logramos empatizar lo suficiente con el proceso de aceptar nuevos cuerpos, y buscar ropa que se acomode a éste, por lo que olvidamos que la búsqueda de uniformes puede ser compleja. Debemos lidiar con un stock de tallas que no se condice con las necesidades de los y las estudiantes, y prepararnos para acompañar y contener en caso de que esto se convierta en un desafío para ellos y ellas. Durante el verano pueden ocurrir cambios importantes, como la primera menstruación, por ejemplo. Evadirlos no resolverá sus necesidades, por lo que es esencial que acompañemos estos procesos, entendiendo que pueden venir acompañados de distintas reacciones y demandas.
4) Hacer agradable el camino: refuerzo del autoestima y validación parental.
Volver a una sala significa también retomar y formar diversas relaciones, y sucede que entre tantas personas olvidamos que es fundamental aquella que tenemos con nosotros mismos. Lo que escuchamos, observamos y percibimos sobro nosotros impacta profundamente, aunque no nos demos cuenta. Busquemos reconocer los logros de los niños y las niñas, así como abordar los fracasos para desarrollar aprendizajes en conjunto, validando las diversas emociones que conlleva cada cara de la moneda. Ambos son pilares de su autoestima, que se proyecta en sus relaciones interpersonales. Estemos dispuestos a escuchar cada detalle que quieren comunicarnos, sin juzgar ni criticar, sino buscando validar las emociones que desencadena y también entender qué ocurre para decidir cómo podemos estar presentes y actuar al respecto.
Ya no estamos en las aulas del colegio como estudiantes o junto a estudiantes, pero aquellas herramientas que les hemos entregado sí lo están. No desperdiciemos el poder de prevenir ciertas conductas, disminuir algunos riesgos y de facilitar el desarrollo de la niños, niñas y adolescentes en los establecimientos educativos a través de acciones y actividades que tenemos a nuestra disposición.
Si identificas necesidades específicas de tus hijos/as no dudes en acercarte a personas expertas en la materia que puedan entregarte la orientación esencial para abordar aquellas temáticas que tienes en mente. Recuerda que cada niño y niña es diferente, y por lo tanto también lo serán sus procesos, necesidades, preferencias y relaciones.