13 años

Probablemente más de alguien que lea esta columna, tiene un hijo, un sobrino o un nieto de 13 años. Algunos todavía van a dejarlos de la mano al colegio. Cuesta imaginar que pudiesen consumir alcohol a los 11 y drogas a los 12. Cuesta imaginar que la “mano” que tomaron fue la de un narco o un proxeneta. Cuesta imaginar que a los 13 años un niño sea capaz de empuñar un arma y morir abatido en medio de un delito.

Marcelo Sánchez Ahumada para la Tercera

5/20/20242 min leer

13 años

Probablemente más de alguien que lea esta columna, tiene un hijo, un sobrino o un nieto de 13 años. Algunos todavía van a dejarlos de la mano al colegio. Cuesta imaginar que pudiesen consumir alcohol a los 11 y drogas a los 12. Cuesta imaginar que la “mano” que tomaron fue la de un narco o un proxeneta. Cuesta imaginar que a los 13 años un niño sea capaz de empuñar un arma y morir abatido en medio de un delito.

Un niño invisible, inimputable, al que el Sistema de Justicia jamás pudo identificar en estas trayectorias o -a lo menos- no pudo detenerlas. En 2017, la Fundación San Carlos de Maipo -junto a Paz Ciudadana- dio a conocer el “Estudio de Inimputables” donde evidenciaba la falta de oferta especializada y la invisibilidad de los niños menores de 14 años frente al Sistema de Justicia, puesto que, al ingresarlos como medida de protección, no atendía al desarrollo temprano de conductas delictivas.

Hoy vemos como la participación de niños y jóvenes en acciones delictivas ha aumentado en más de un 30% entre 2020 y 2023, cifra incluso inferior al aumento de aquellos imputados por homicidios consumados que llega al 32%. La tasa de victimización de niños y adolescentes muertos en situaciones asociadas a hechos delictuales se ha incrementado en más de un 20% en los últimos 5 años, donde 6 de cada 10 mueren siendo ellos parte de dicho crimen.

Cerca de un 40% de los niños que delinquen, han tenido un papá, una mamá o un adulto responsable con alto compromiso delictivo e incluso preso. La baja adherencia de modelos prosociales es probablemente el factor más relevante en el inicio temprano de trayectorias delictivas. La exclusión educativa, la salud mental (más de 14 mil niños en lista de espera), así como el consumo problemático de alcohol y otras drogas, son factores que redundan en el desarrollo de conductas cada vez más violentas.

Hoy vemos que el crimen organizado está acechando a la niñez y la está involucrando en acciones delictivas cada vez más violentas, proporcionándoles armas y drogas, con ello los capturan como rehenes en un territorio donde ninguna madre, tío, abuela, cooperará con la autoridad si alguno de sus niños participa en las Bandas. Así el narco gana terreno y logra impunidad social haciendo ineficaz la persecución criminal.

Ser indiferente no es el camino. Las evaluaciones que hace la Dirección de Presupuestos a los programas de reinserción en niños y jóvenes, ni siquiera alcanzan un “suficiente”. Sin embargo, existen una decena de programas preventivos, con evidencia y de alto estándar disponibles en el sector privado. Lamentablemente no han tenido espacio o, si lo han tenido, han sido retirados inexplicablemente de la oferta.

Si no levantamos con urgencia una Agenda Temprana de Prevención Social, que fortalezca a la familia, a la escuela y a la comunidad, seguiremos llegando tarde, cuando la muerte saque del anonimato a un niño que pudo haber tenido otro futuro.